El tratamiento con medicamentos depende, generalmente, de la aparición de otros síntomas.
Se usan antiinflamatorios no esteroideos, antipalúdicos (cloroquina) o dosis bajas de corticoides (derivados de
la cortisona).
En caso de complicaciones graves, especialmente vasculitis, pueden necesitarse dosis altas de corticoides y
medicamentos inmunosupresores, como azatioprina o ciclofosfamida.